Opinión.
Un país sometido por la guerra, azotado por la corrupción e invadido por las transnacionales. Con un sistema de salud en quiebra, un
sistema de educación estigmatizado y con un cuerpo policial sin credibilidad.
Cuando el conflicto interno con el grupo armado Farck,
parecía llegar a su fin con los acuerdos de paz firmados en el 2016. En el 2019
el acuerdo es incumplido, criticado desde el ejecutivo y desde el legislativo
al punto que crearon un ambiente de zozobra suficiente para que algunos ex
guerrilleros del grupo armado volvieran como una disidencia de las farck.
La corrupción en el país se percibe desde las mismas juntas
de administración local en donde se
sortean los contratos para mejorar una vía que atraviese cierta localidad, hasta
los cargos de mayor poder donde se sortean los contratos para brindar licencias
de construcción en un departamento.
Las trasnacionales cada vez tienen más participación tanto
en la creación de materias primas en el país como en la distribución de las mismas.
Primero porque conforme pasan los días, las fabricas extranjeras expanden sus
centros de fabricación en el país como también adquieren terrenos a bajos
costos para la producción de sus materias primas y llevan a la quiebra las
empresas nacionales. Segundo porque las
transnacionales cada vez tienen menos
impuestos que pagar al ingresar mercancías al país por medio de los T.L.C. y
pueden distribuir con mayor rapidez al tener un stop constante en los puntos de
almacenamiento.
El sistema de salud cuenta con precarios recursos que
incluso los doctores y especialistas solo tienen un número limitado de fármacos
para recetar en cada hospital, como también un número limitado de citas que
pueden brindar en el mes. Además, varios funcionarios de la salud no reciben
sus pagos a tiempo y no cuentan con un contrato laboral fijo que asegure una
estabilidad laboral.
El sistema de educación aparte de tener poca inversión desde
las infraestructuras en las escuelas ubicadas en verdeas o crecimientos hasta
la poca inversión para el acceso a la educación superior. Es estigmatizado por impartir
educación desde una línea ideológica en política, lo que le ha costado la
censura en varios medios de comunicación y participación al momento de proponer
inversión al mismo sector o la vida de los profesionales de la educación.
El cuerpo policial ha perdido credibilidad en los últimos
años a ritmo acelerado desde que se divulgo la forma de ascender dentro del
mismo organismo y desde que conforme pasan los días las personas reportan a
través de las redes sociales, los abusos de autoridad y las conductas
inapropiadas en las que algunos agentes han sido atrapados por los ciudadanos.
En contraste la inseguridad ha crecido a ritmos alarmantes.
Con este panorama, Colombia no tiene un proyecto de país que
garantice un crecimiento para el empresariado local, un crecimiento en ciencia,
tecnología o que vele por la salud y seguridad de sus compatriotas.
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